Desde los más íntimos rincones de la calle
Desde los balcones, los parques y el mercado
Desde la lejana sierra y desde el corazón del valle
Llega la voz del que no tiene voz, del pobre, del olvidado
Canciones de la piedra vil que al fin horadó el río
Y de hilos que urden el destino del pastor y del ganado
Ya el dócil cuello perlado adivina del metal el frío
Y el miedo troca de azabche a plomiza la pérfida corona
Anticipa la mano negra que ejecuta del pueblo el albedrío
La lucha es eterna, ni se posterga, ni se abandona
Es del hombre que se conoce y que desafía su destino
Que el que hoy siembra la viña, quizas mañana beba el vino
Es suya desde que puebla la tierra hasta que la abona
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