lunes, 1 de noviembre de 2010

Epistolario I


Te escribo porque me han dicho que estás sólo, que batallas tu soledad a fuerza de vasos y botellas. Y yo puedo imaginar como en tu pieza de pensión suena Bach y se acumula el humo del cigarrillo, que estás distante y que algo mantiene tus ojos en la lejanía del tiempo. Déjame decirte que en este determinado espacio de tiempo en el que te ha tocado poblar el mundo, has de sentirte muchas veces más sólo rodeado de hombres que recostado en tu cama, sin más compañía que los poemas que recorren tu cabeza y el sonido que produce la cíclica marcha de la aguja en la peregrinación interminable del reloj. Casi adivino como tus noches se hacen infinitas, como los sueños te acechan una y otra vez, y la misma pesadilla recurrente tiene cita a las tres. Léeme bien: ¡Aléjate de los cuchillos! abre bien los ojos, pues en tu soledad serás capaz de descubrir verdades flagrantes, así como infinitas mentiras. No seas mediocre y creas que estás solo porque eres superior, más autosuficiente o más capaz, descree de los halagos, aunque sean justos y acertados, son los laureles de los necios. Acepta tus tristezas y tus miserias como gozas tus triunfos y abrazas tus alegrías. Aférrate a la vida como el sol baña los días, certero y preciso más no agobiante y siempre conciente de que ha de perderse en el horizonte. Inclínate ante las cosas bellas, no cedas a lo que otros llaman imposibles, no desoigas el llanto de los hombres, no vuelvas la vista atrás ni vivas el día de hoy cómo el de ayer. Pero por sobre todas las cosas, no aborrezcas las espinas de las rosas, tómalas, pínchate y reflexiona. En ese momento sabrás sí ha valido la pena el viaje que hace un tiempo me dijiste que habías decidido emprender.

jueves, 28 de octubre de 2010

domingo, 24 de octubre de 2010

Il bruine

Me gusta que la lluvia tenga eso de quisquillosa, y guste de caer en gotas finas y suaves. Cuando no es su voluntad sacudir la tierra con la vehemente tempestad de una tormenta, dócil acaricia las flores con diáfanas perlas diminutas, majestad de la bóveda zarca, estima su gracia besar el suelo con la delicadeza de la rosa. Trae con si un murmullo de brisa, de señoras con paraguas, de tazas de té, de siestas prolongadas. Beben de ti los nostálgicos, les recuerdas a algún amor adolescente, a antaño, a aquél beso, debajo de la misma lluvia, a algún zaguán que el tiempo ya ha olvidado y ellos persisten en recordar, el zaguán, tu caricia, el agua entre los labios, sobre las bocas y las bocas juntas, el zaguán, imposible olvidar, los labios que truecan en sonrisas, la lagrima que asoma a la mejilla, los ojos al cielo, regocijados en el recuerdo, pero profundos, tristes y la lluvia inmutable que sigue con su labor, y otro año más que ha pasado, pero ella no parece notarlo, y su belleza está justamente ahí, en no detenerse a notarlo.

domingo, 7 de febrero de 2010

Boceto de invierno en verano

Imagina poder imprimir en tu retina todo eso que remamos juntos...
Entonces detente en cada detalle, en cada forma en la que fluye el agua
En cada petalo que deshoja el viento, que elige posarse en tu cabellera
Dandote ese aire natural y altivo, de una reina de otro tiempo
y de otro lugar...
Recuerdo todavía tu pelo de nardo y luna
Irse entre la gente, irse a destiempo, irse de mí
Con ese vaivén de velero que se hace a la mar
Tranquilo y señorial entre la bruma, sobre las olas
Recuerdo tu aire de mujer formal, el ruido de tus zapatos al caminar.
El trasfondo de tu voz melancólica, con la cadencia de un Baudelaire...
El silencio que se llevaban las horas, y las horas que nos llevaba el silencio
Y el tiempo que todo lo consume y todo lo agota
¿Qué sabe de la pasión que brota de tu boca? o brotaba...
Como lo sabía yo en ese entonces, y entonces...
Y entonces creo que después ya no sabía nada.
Eras vos, yendo y volviendo... de no sé donde a que se yo
Y la calle desentendida que nos cruzaba
(La calle a veces es tan inoportuna como los parientes)
Y vos ibas con èl, tan a su vera
Y yo como siempre de la vereda de enfrente