jueves, 28 de octubre de 2010

domingo, 24 de octubre de 2010

Il bruine

Me gusta que la lluvia tenga eso de quisquillosa, y guste de caer en gotas finas y suaves. Cuando no es su voluntad sacudir la tierra con la vehemente tempestad de una tormenta, dócil acaricia las flores con diáfanas perlas diminutas, majestad de la bóveda zarca, estima su gracia besar el suelo con la delicadeza de la rosa. Trae con si un murmullo de brisa, de señoras con paraguas, de tazas de té, de siestas prolongadas. Beben de ti los nostálgicos, les recuerdas a algún amor adolescente, a antaño, a aquél beso, debajo de la misma lluvia, a algún zaguán que el tiempo ya ha olvidado y ellos persisten en recordar, el zaguán, tu caricia, el agua entre los labios, sobre las bocas y las bocas juntas, el zaguán, imposible olvidar, los labios que truecan en sonrisas, la lagrima que asoma a la mejilla, los ojos al cielo, regocijados en el recuerdo, pero profundos, tristes y la lluvia inmutable que sigue con su labor, y otro año más que ha pasado, pero ella no parece notarlo, y su belleza está justamente ahí, en no detenerse a notarlo.